sábado, 28 de junio de 2014

El hurto

Se preparaba para tomar el bus en la parada. Su cerebro se desconfiguraba de a poco. Aquella sustancia que le dio el amigo de rostro pálido y huesudo con sonrisa amplia, le había disparado los sentidos, puesto en alerta el sistema nervioso y dado toques en la parte posterior de la cabeza. Se subió al bus a pasos temblorosos, en la radio sonaba algo como beat beat beat,  de inmediato recordaba que tenía con ella, su bien más preciado. Y la paranoia comenzó.
Miraba el rostro de cada uno de los tripulantes, desvaneciéndose frente sus ojos. Todos tenían caras de buenos, todos tenían caras de malos. Se escuchó el estruendo de un eructo ebrio que lanzo el señor del asiento junto al chofer. La taquicardia aumentaba. Se sentó sola, junto a la ventana.
«La muy torpe no pensaba que sentada en el pasillo podría evitar que se siente un malandrín»
 Se aferraba a su mochila, y no podía evitar imaginar un pasado delictivo para cada uno de los pasajeros. Todos tenían caras de buenos, todos tenían caras de malos.  Se imaginó 40 posibles reacciones ante un robo. Todas después pasadas por un estricto control de seguridad, analizado junto con las posibles respuestas, de las posibles reacciones del ladrón, dejando un filtro selectivo de 15 reacciones favorables ante un robo. Todos tenían caras de buenos, todos tenían caras de malos. El bus se detiene, en una parada oscura, perfumada por wiski barato y sangre. Recoge a un tipo. Su ojo izquierdo estaba vertido en sangre, su cara tenía cicatrices frescas. Estaba asustada. La taquicardia aumentaba. Se sentó junto a ella y le pregunto la hora. No tengo reloj respondió, mientras cada célula de su cuerpo rogaba que el camino a casa sea breve. Pensó que haría si aquel tipo bajaba en la misma parada que ella. Al verse cerca comenzó a planear la jugada al desembarcar. Decide bajarse en una parada un poco antes de su callejón pero más habitada. Él bajó junto con ella. Ese callejón, se achicaba y cada momento se hacía más oscuro, escuchaba sus pasos tras ella. La paranoia aumentaba. Veía luces provenientes de su espalda. La taquicardia aumentaba. Todo transcurría en cámara rápida frente ella. La taquicardia aumentaba. Las señales del camino ya no eran tan claras. La paranoia aumentaba. Sus pies, desdichados por estar vestidos de aquel zapato de suela barata, se hacían los fuertes y se tornaban valientes, al acelerar su marcha y callar el dolor, con la esperanza de que cada paso la acercaría a su casa. Comenzaba a acercarse. La taquicardia disminuía. Escucho el ruido de aquel silbato ridículo que se menaje el gordo que hace la guardianía del barrio. La taquicardia disminuía. Saludo al panzón con una gran sonrisa y con tal alegría, que cualquiera que estuviera a su alrededor diría “Vaya que son buenos amigos”. Se sentía a salvo. Desapareció todo paso presuroso tras de ella. Así, de la nada. La taquicardia disminuía. Como recién puestas en escena, aparece  un grupo de vecinas. Ese comité barrial, que se reúne, a las 9:45 pm de los martes, a resolver los misterios que ocultan las noches de la Cdla. Puerto Real. Dentro de su cerebro, ellas, la miran acusantes, agacha la mirada, no quiere que sientan el ardor de sus ojos, no quería el contacto visual, sentía culpa, sentía miedo, sentía sus voces decir: sabemos a qué huele tu ventana cada noche. La taquicardia aumentaba. Ella sabía, que ellas sabían, y ellas sabían que ella lo sabía. Todos fingían demencia. La taquicardia aumentaba. El comité barrial, susurraba en sus espaldas. Las rebaso con pasos lentos, según ella, sin levantar sospecha. Se acercó a casa, buscó las llaves.  Demora. Se ofusca. Imagina como sería un asalto rápido justo en la puerta de su casa. La taquicardia aumenta. Revuelve su mano dentro del bolso. Los objetos dentro, juegan, se burlan de su desespero. Al fin, ha encontrado las llaves. Abre la puerta. La taquicardia disminuía. Subió a la habitación rápidamente, antes de que mamá se de cuenta de su estado.  Retiró sus zapatos, y se echó de cara al techo. Dejo que su cuerpo busque la estabilidad que había perdido. Tal vez había dejado un poco de calma en algún cajón de la habitación. Aprovechó los espacios de silencio que suele tener la ciudadela a las 10 pm, para poner oído a su acústica interna y escuchó como cada latido recobraba el ritmo de su bum. La taquicardia había disminuido. Lanzo una sonrisa para sí misma, de esas que se dan de medio lado y puso a rodar una canción.

 Tal vez nadie la seguía, tal vez nadie la acusaba, tal vez nadie tuvo cara de malo...
Fue una noche de confusión y pánico. 

Miró el techo una vez mas y pensó:
-Debo desconfiar hasta de mi propia percepción-

1 comentario:

  1. la taquicardia aumentaba!!! yo quiero estar bradicardica y tener corazon calmado!!!! :3 EN UNA SOLA PALABRA ; ALUCINOGENO SRTA!!!!!

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Que manera la mía de ser torpe... Puedo escuchar sonar mi celular, sentir de donde proviene el soni

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Que manera la mía de ser torpe... Puedo escuchar sonar mi celular, sentir de donde proviene el sonido, pero jamas daré con el, aunque este detrás mio... Mi torpeza me ha echo perder y aprender tanto. En fin, pensé usar mis tontas habilidades para dar nombre a las cosas, haciendo una lista de cosas que me gustan hasta obtener mi nombre para el blog, pero que mejor que ser yo, si ¡YO! La de siempre, la torpe...